Con participación y propuestas
Nuestra CGT
atraviesa un momento institucional de singular gravedad: el fantasma de la
fractura la sobrevuela y no será ocultando la realidad como habremos
de superarla.
Mucho menos
compitiendo por demostrar fortalezas que, en realidad, debilitan, la
situación, aunque grave, aún tiene solución.
En su
búsqueda, responsablemente, debemos poner nuestros mayores
esfuerzos e imaginación procurando evitar la inminente
fractura.
La inteligencia, la
prudencia y el desprendimiento para llevar a cabo el intento deben
prevalecer en todos los sectores involucrados en esta crisis.
Unidos, cada uno con
nuestra particular realidad, tenemos un futuro común que construir y
defender.
Ese futuro posible
será útil a la clase trabajadora si no fracturamos la
CGT.
Se equivoca quien
crea que ganará algo si, al final, se transforma en conductor de la
porción de la fractura que le haya tocado en suerte (o en
desgracia).
¿Quién
podría festejar como victoria lo que nunca desearía al
interior de la organización sindical que representa?
¿Por
qué entonces provocar en nuestra casa común, la CGT, lo que
nunca desearíamos en nuestro propio sindicato?
Lo que es pernicioso
para nuestros sindicatos lo es también para nuestra Central, por
ello no podemos permitirnos bordear el caos institucional.
Si hoy nos
equivocamos, de nada servirán los "justificativos" posteriores.
Los verdaderos
enemigos de la clase trabajadora ya se están frotando las manos y
los "analistas" políticos se hacen (y se harán) un verdadero
festín mediático con nuestros desaciertos.
¿Pero
cómo nos mirarán los trabajadores que representamos, los
sectores juveniles que, afortunadamente, se están incorporando
masivamente a la militancia sindical, y los argentinos que saben que el
movimiento obrero, unido y organizado, fue siempre una referencia de lucha
y una esperanza de Justicia Social?
La fractura de la
CGT no beneficia a los trabajadores, ni a sus organizaciones sindicales,
que -vale recordarlo en este mismo momento discuten en paritarias, por
reajustes de salarios y condiciones de trabajo, frente a patronales no
precisamente condescendientes.
Tampoco
beneficiaría al Gobierno -aunque algunos supongan lo contrario-
porque la profundización del proyecto nacional y popular -nuestro
proyecto- que ahora conduce Cristina Fernández de Kirchner, demanda
el compromiso militante y la Unidad, Solidaridad y Organización de
la clase trabajadora.
Si así se
comprende, "seremos artífices del destino común y no
instrumento de la ambición de nadie" (Juan Domingo
Perón).
La CGT, y los gremios que la conformamos somos -
mayoritariamente- expresión de lucha contra las dictaduras
cívico - militares y de resistencia al neoliberalismo de los 90
(que no pocos de quienes hoy nos critican, ayer apoyaron con fervoroso
entusiasmo o significativo silencio).
Y somos el
sostén más dinámico, numeroso y organizado con el que
cuenta, y contará siempre, un Gobierno que profundice el proyecto de
reconstrucción y liberación nacional.
Despojados de toda
soberbia, y sabiendo muy bien que no somos los únicos ni estamos
solos, reivindicamos nuestro legítimo protagonismo dentro del campo
nacional y popular.
Somos hombres,
mujeres y organizaciones que integramos la CGT y, como tales, debemos
darnos una conducción capaz de representarnos y expresarnos, dentro
y fuera del movimiento obrero.
Los que provenimos
del peronismo no olvidamos aquello de que para ser libres hay que estar
organizados, precisamente porque "solo lo que esta organizado no se
tiraniza".
Ello también
lo conocen -desde sus propias raíces- los compañeros que
integran el amplio campo popular.
Para nosotros, la
fractura de la CGT traicionaría nuestra cultura
histórica.
Si todos estamos
convencidos de ello: ¿No habrá llegado la hora de detenernos
un instante para mirar el precipicio hacia el cual nos estamos dirigiendo?
Si continuamos
así, por esa grieta caeremos todos, sin distinción de
sectores.
Evitarlo es
complejo, pero posible.
Recordemos la
advertencia poética de nuestro Leopoldo Marechal: "De todo
laberinto se sale por arriba". Busquemos ese "arriba" del laberinto con la
energía necesaria para evitar el fracaso.
Convencidos que
estas premisas son compartidas por numerosos dirigentes, por los
trabajadores y gran parte de los integrantes del campo nacional y popular,
convocamos a todos los compañeros y compañeras, con
responsabilidad de conducción, a despojarnos de intereses
personales o sectoriales; a agotar el diálogo para evitar la
fractura de nuestra Central y trabajar solidariamente en procura de la
unidad.
Debemos definir
claramente al enemigo social, que no es un Gobierno cuyo proyecto tiene
como rasgo central la defensa del Interés Nacional sino el
capitalismo sin banderas, responsable directo de la profunda crisis
económica que padecimos hasta el 2003 y que hoy arrasa las
economías, y el Estado de Bienestar, del llamado primer mundo,
cuyas consecuencias "nos están cayendo encima".
Desde la
autonomía sindical, reafirmamos nuestra genuina capacidad de
representación de los derechos y reivindicaciones de los
trabajadores.
Ese es nuestro
mandato y como tal debe comprenderse.
Ello no se opone al
proyecto nacional y popular, del que somos parte.
Debatir, militar y
ejercer la defensa de los derechos laborales, es legítimo y
constituye el rol principal de los gremios en el proyecto nacional, sin
perder de vista que no hay nada superior al interés del
conjunto.
Quienes rubricamos
esta convocatoria no somos observadores imparciales. Nuestro compromiso es
con los trabajadores y con el proyecto nacional y popular y ello nos da
autoridad para lanzar este llamado a la reflexión política y
a la cordura institucional, convencidos que, con el aporte generoso del
conjunto, es posible elaborar un programa de acción de nuestra CGT
que garantice la unidad y se constituya en una formidable hoja de ruta de
nuestra Central.
Osvaldo Iadarola (FOETRA)
Ernesto
Arrouge (FATEL)
Horacio Ghilini(SADOP)
Enrique Maraño (FATIDA)
Carlos
Barbeito (UOMA)
Néstor Cantariño (SATSAID)
Gustavo Granero (FATPREN)
Marcos Castro
(CAPITANES DE ULTRAMAR)
Junio del 2012
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