Primero de Mayo de 2012:
Dibujo. Lucas Quinto |
Los/las Trabajadores y el
imperativo de transformación social de la Argentina
I.
En este 1º de mayo, día mundial de los trabajadores,
queremos hablar justamente de nosotros y de los desafíos que nos impone el
presente. En nuestro país, la clase trabajadora logró conformar un sólido
movimiento sindical que se enfrentó, a lo largo de nuestra historia, con una
gran cantidad de embestidas, obstáculos y desafíos, que en cada etapa tuvieron
formas distintas.
Desde 1975 – con el Operativo Serpiente Roja del Paraná, el
Operativo Independencia y el Rodrigazo – el movimiento obrero se transformó en
blanco sistemático de persecusiones, cárceles, desaparición, ajustes,
hiperinflaciones y desempleo masivo.
El 25 de
Marzo de 1976, el primer comunicado de la dictadura militar identificaba con
claridad: “se comunica a la población que todas las fuentes de producción y
lugares de trabajo, estatales y privadas, a partir de la fecha, serán considerados
objetivos de interés militar”.
Pero no alcanza con recordar los padecimientos infinitos que
sufrieron los trabajadores y las trabajadoras de este país. Además es necesario
visibilizar que estos intentos de torcer y frenar la historia se debieron a que
los laburantes no sólo disputaban un proyecto social alternativo, sino que comenzaban
a realizarlo a diario en las innumerables huelgas, consignas, programas,
poesías, asambleas, movilizaciones, documentales, rebeliones, pinturas,
barricadas y tomas de fábrica que se esparcían por todo nuestro territorio
nacional.
Las derechas - civiles, eclesiásticas y militares -
reaccionaron con el objetivo de aniquilar una transformación en curso.
Nuestra memoria colectiva tiene bien presente que la
iniciativa, la imaginación, la ofensiva y la historia misma corrían por cuenta
de las grandes mayorías populares.
****
Durante el año 2001, distintos movimientos del campo
popular, pese a la brutal debilidad que signaba sus vidas, logrando altos
niveles de organización, visibilizaron el antagonismo irreductible que
atraviesa al neoliberalismo en tanto proyecto de brutal sometimiento de lo
popular.
Durante los años que van del 2003 al 2011, bajo el proceso
político abierto con la llegada del kirchnerismo al gobierno, se abrieron
nuevas posibilidades. Se crearon más de tres millones de puestos de trabajo
registrados, se redujo el empleo no registrado y aumentó la participación de
los asalariados en el total del empleo. En un contexto de fuerte reactivación
de la presencia sindical y de creciente organización y conflictividad en los
lugares de trabajo, se incrementó abrupta y sistemáticamente el número de
negociaciones colectivas anuales y su eficacia en términos de mayor cobertura y
capacidad de determinación salarial, además de aumentarse en forma sostenida el
Salario Mínimo. Durante esta etapa el Ministerio de Trabajo de la Nación participó
dinamizando ambas institucionalidades del trabajo, generando instancias de
inspección en materia de seguridad social que permitieron reducir el trabajo no
registrado y promoviendo nuevos marcos regulatorios que restituyeron derechos a
colectivos de trabajo discriminados negativamente por la legislación laboral.
Se destacan los nuevos regímenes de empleo para trabajadores del servicio
doméstico y para trabajadores rurales. Una transformación fundamental de la
etapa ha sido la estatización de los fondos jubilatorios, definición
indispensable para garantizar la ampliación de la cobertura jubilatoria y la
significativa extensión del sistema de protección social a través de políticas
sustantivas como la Asignación Universal
por Hijo.
Son cambios innegables, profundos y significativos. Estamos obligados a ejercitar la perspectiva porque nos precedieron los genocidas inviernos dictatoriales y luego los de la consolidación neoliberal noventista.
II.
Sin embargo, pese a los valiosos cambios sucedidos, el
neoliberalismo aún retiene parte de su eficacia definiendo, a su modo,
determinadas situaciones de trabajo y la configuración de fuerzas entre
actores. A título ilustrativo nos referiremos a cuatro persistencias por
considerarlas emblemáticas para pensar los dilemas y desafíos del tiempo
actual.
1) Campesinas y campesinos, comunidades indígenas
completas, son expulsados de sus territorios. Cambian los gobiernos y los
apellidos de quienes gobiernan en Santiago del Estero. Sin embargo, el
acaparamiento de tierras continúa separando a los pueblos de sus territorios,
sus recursos y sus medios de sustento, condenando al hambre y a condiciones de
trabajo denigrantes, rallanas con la esclavitud.
El desplazamiento de la frontera agrícola condena al
monocultivo impidiendo realizar la soberanía alimentaria. Transnacionales
mineras y de los agronegocios invaden, acaparan tierras, desmontan, explotan
trabajadores, extraen y exportan recursos naturales, dañan la naturaleza. Esquilman
los territorios y, mediante inexplicables complicidades políticas, embisten
impune y violentamente contra la tenaz y justa resistencia de los pobladores,
como ocurrió cuando el asesinato del joven campesino del MOCASE, Cristian
Ferreyra.
Lo que ocurre en Santiago del Estero es, lamentablemente,
sólo ilustrativo; otros territorios y poblaciones,
como la comunidad “La Primavera”
de Formosa, padecen situaciones similares.
La discusión de fondo es sobre la función social de la
tierra y sobre cómo hacemos efectiva la soberanía alimentaria, que no es otra
cosa que el derecho de los pueblos a producir sus propios alimentos, en función
de sus necesidades y culturas.
2) Costureras y costureros que trabajan en forma
frenética, jornadas de más de 12 y 14 horas diarias, en talleres clandestinos.
Muchos de estos trabajadores duermen donde trabajan (porque de vivir ni hablar)
y entonces, se dice, que tienen regímenes de cama caliente. No hay contratos de
trabajo, ni ejercicio efectivo de absolutamente ningún derecho. Se enferman por
la postura, por el aire viciado del encierro, por la falta de descanso y por la
mala alimentación. Diversos informes muestran que en el sur de la Ciudad de Buenos Aires la
tasa de infección por tuberculosis es la más alta del país (141.46 cada 100.000
habitantes), demostrando, además, su vinculación con la concentración de
talleres textiles clandestinos. Uno de los informes concluye: “las cifras son similares a las de África
subsahariana o a las del Impenetrable Chaqueño”.
Es que el neoliberalismo nos hizo atrasar un siglo. O,
quizás, sea más preciso decir que son los proyectos de las derechas los que
impiden, desde tiempos inmemoriales, la historia de los sectores subalternos. Entonces
también somos más precisos si decimos que el problema político sigue siendo el
capitalismo que, actualmente, reviste la forma de capitalismo financiero
trasnacional.
Dibujo. Ricardo Carpani |
Por eso la trágica familiaridad de las formas de vida del
campesinado santiagueño con documentos tan añejos como el informe Bialet Massè
de principios del siglo veinte, o con las denuncias de Homero Manzi y Hernández
Arregui, integrantes de FORJA, durante la infame década del treinta. Pero
también con el más cercano documento fundacional de la CGT de los Argentinos durante
el Onganiato, a fines de los sesenta.
Muchos de los trabajadores textiles de los talleres
clandestinos vienen de países limítrofes como Bolivia. También muchas veces
‘son traídos’, mediante el accionar criminal de organizaciones dedicadas al
tráfico y trata de personas, con engaños que arremeten con las esperanzas de
encontrar un lugar y un trabajo para desarrollar el proyecto familiar y
comunitario. ¿Hará falta que narremos, por ejemplo, el dolor lacerante de madres
y padres por el viaje truncado e imposible del resto de los hijos pequeños de
una familia condenada?
La ropa que se fabrica en los alrededor de tres mil talleres
clandestinos que se estima hay en la
Ciudad de Buenos Aires, se exhibe en muchas de las vidrieras
de las “grandes marcas de la moda”. La diferencia entre el irrisorio y
denigrante monto que reciben los costureros por pieza terminada y el precio al
que venden dichas prendas en los barrios opulentos de la Ciudad de Buenos Aires
expresa en gigantografía la injusticia social persistente del tiempo que
vivimos.
Pero la ropa confeccionada por los textiles abastece también
los miles de puestos comerciales de ferias como La Salada, las ‘saladitas’ y
las mantas de los trabajadores que sobreviven con la venta callejera,
diseminadas por los barrios de distintas ciudades del país. Porque son los
mismos circuitos, las mismas relaciones sociales, las que nutren el capitalismo
contemporáneo. Aclaración válida para los que insisten con la idea de una
dualidad paralela que suelen denominar como economía formal-informal;
blanca-negra; legal-ilegal.
La inspección del trabajo depende del Gobierno de la Ciudad que hace varios años
se encuentra a cargo de Mauricio Macri. Es paradójico y dramático que, como
consecuencia del desmembramiento y la fragmentación de la potestad de control
del trabajo, haya quedado en sus manos esta responsabilidad de gobierno. El
incendio de un taller en el barrio de Caballito en el que murieron seis
compatriotas bolivianos, cinco de ellos menores de edad, ya había visibilizado
la ausencia de controles estatales. Con la llegada de Macri al gobierno se
sumaron las connivencias entre el gobierno macrista y el empresariado textil,
tan grotescas las complicidades, que involucran a su esposa y cuñado, de
apellido Awada, en causas judiciales sobre el abastecimiento de las grandes
marcas a través de la tenebrosa cadena de producción clandestina aludida más
arriba.
3) El gobierno de Tucumán para “favorecer
el empleo juvenil” decidió pagarles a algunas de las empresas de call centers
más grandes del mundo como ActionLine [1], por
brindar un solo ejemplo, el 30% de todos los salarios durante el primer año de
radicación en la provincia y el 20% entre el segundo y el cuarto año, el costo
total de la capacitación que dicte la empresa a los aspirantes, el costo del
examen médico preocupacional y también gastos de promoción, publicidad y
alquileres. Además de otorgarle diversas exenciones impositivas.
Son empresas que han registrado un crecimiento exponencial y
ganancias significativas desde la devaluación de la moneda en 2002, actualmente
más de setenta mil trabajadores se desempeñan en esta actividad.
Las empresas de call centers offshore, que son el
equivalente en la economía de servicios a los capitales golondrina de los
flujos financieros, sostienen con el cinismo extorsivo característico de las
trasnacionales que “el negocio es
velocidad y si no se dan incentivos a esta industria, las inversiones
indefectiblemente se van a volcar a otros países”. Y hablan de “vocación
federal” para explicar sus traslados hacia otras provincias. La primera en
atraer las radicaciones había sido Córdoba.
Como en una subasta, una disputa inter-provincial se dirime levantando
apuestas y dilapidando los fondos públicos. La globalización trasnacional crea
en los territorios periféricos la disyuntiva de una inserción sustentada en la
amplificación de asimetrías nacionales, dinámica que se replica al interior del
territorio nacional entre provincias argentinas.
Mientras dura la parada de las empresas golondrina son
mayoritariamente los jóvenes quienes realizan sus primeras experiencias
laborales. Sus jornadas de trabajo transcurren con ritmos frenéticos, entre
llamadas repletas de quejas y maltratos verbales de usuarios y consumidores
estafados que llegan desde cualquier punto del globo para arremeter contra los
trabajadores-frontón, con diversas consecuencias muy negativas, en especial, sobre
la salud. Una de las enfermedades más usuales que padecen los trabajadores y
trabajadoras de la vincha es el denominado síndrome de cabeza quemada.
4) Una cuarta situación está dada por una estrategia
del capital a escala global, que en territorios periféricos puede adquirir
mayor intensidad y una tonalidad específica. Se trata de la tercerización y
subcontratación que atraviesa el conjunto de las actividades económicas en
nuestro país y que alcanzó, durante los noventa, en el marco del proceso privatizador,
proporciones de magnitud preocupante. Esta afirmación tiene lugar a poco tiempo
de iniciarse el juicio a Pedraza por su responsabilidad en el asesinato de
Mariano Ferreyra, un militante comprometido y muerto como consecuencia de su
lucha por la destercerización. En este caso, la particularidad local es
siniestra, ya que la tercerización es implementada y usufructuada por algunos dirigentes
sindicales devenidos en patrones de los trabajadores que deberían defender y
que hoy explotan brutalmente en beneficio de sus bolsillos.
A diario millones de ciudadanos podemos constatar que los
técnicos que reparan en domicilios particulares señales de cable, o de internet,
no pertenecen a la empresa que provee el servicio. Y tampoco los trabajadores
que hacen los repartos de las empresas de comidas rápidas son trabajadores contratados
por dichas empresas. No atiende el teléfono un trabajador del banco, el seguro,
la empresa de celulares, etc. con la cual quieren comunicarse los usuarios. Quienes
reponen mercaderías en las góndolas, en muchos casos, no son trabajadores del
supermercado ni tampoco de la empresa cuyos productos reponen.
Si los ejemplos más palpables para todos ocurren en el
sector servicios, es importante destacar que la problemática tiende a
reiterarse, bajo modalidades heterogéneas, en diversas actividades tales como
la industria y el sector estatal. En este último caso manifestamos nuestra
preocupación por el uso que muchos municipios hacen del programa Argentina
Trabaja. El objetivo, significativo y bien orientado, de creación de
cooperativas y fortalecimiento de la economía social no puede degenerar en la
creación de puestos de trabajo precarios y subremunerados para la realización
de tareas ordinarias de competencia municipal. En realidad la tercerización
expresa sólo una dimensión del problema laboral en el sector público: las
disparidades salariales y la persistencia de otros modos de precarización que evaden
la relación laboral (monotributistas, concurrentes, pasantes, becarios) son
problemáticas sustantivas pendientes que involucran a decenas de miles de
trabajadores.
La tercerización y subcontratación precarizadora no ocurre
únicamente como modo de aumentar los márgenes de ganancias. También como forma
de fracturar y fragmentar la solidaridad entre trabajadores al intensificar las
diferencias de salarios, condiciones de trabajo y encuadramientos
convencionales y sindicales al interior de un mismo colectivo laboral. Son
dispositivos dinamizados desde hace décadas con objetivos económicos y
políticos.
En los últimos años han tomado fuerza las Luchas por la Destercerización,
entre las cuales se destacan las de los trabajadores del subterráneo,
telefónicos, ferroviarios tercerizados y la del sindicato de trabajadores
aceiteros de Rosario.
***
Las situaciones reseñadas combinan, aunque en distintas
intensidades, dinámicas de degradación de la condición del trabajador con
profundas desigualdades y fracturas sociales.
Además, las grandes empresas, muchas veces trasnacionales,
hacen un aprovechamiento desorbitante de su posición dominante esquilmando
recursos naturales, fondos públicos y/o trabajadores.
En los últimos años, las grandes empresas han logrado
ganancias siderales y, sin embargo, rechazan sin deliberación alguna la
propuesta de participación de los trabajadores en las ganancias. Recordemos el
tono patoteril del comunicado, firmado por todas las siglas del capital
concentrado: “rechazo categórico al
proyecto en cuestión, máxime cuando se comprueba que avanzan hacia un poder de
interferencia sindical que choca contra los principios constitucionales de
derecho de propiedad y de ejercicio de toda industria lícita al otorgar a los
sindicatos facultades de fiscalización y de información ajenas a su cometido
muy superiores a la de los propios accionistas”. Héctor Méndez desesperaba durante
aquellos días, recorriendo canales de televisión y repitiendo sin cesar “la cogestión no se negocia”.
No quieren distribuir las ganancias que son producto del
trabajo, tampoco quieren informar sus balances a los trabajadores, ni ser
fiscalizados, ni siquiera iniciar un debate sobre estas reivindicaciones
legítimas. ¿Qué esconden algunos grupos
económicos? ¿Por qué? ¿Cuánta irracionalidad instrumental constataríamos si
accediéramos a los balances reales? ¿Cuántas maniobras dudosas, cuánta
desinversión podríamos inferir? ¿Cómo es posible que los representantes de sus
Cámaras se nieguen a discutir? ¿Por qué no existe ninguna regulación en torno a
los modos de asegurar la democratización de la representación empresaria y la
participación de las pequeñas y medianas empresas nacionales en sus
nucleamientos?
Vale agregar que las desorbitantes ganancias que han
obtenido las grandes empresas son la contracara de la dificultad que se nos
presenta a los/as trabajadores para aumentar los salarios reales en contextos
inflacionarios.
Muchos estados provinciales -¿para generar empleo o
crecimiento rápido en los períodos de gobierno? - alternan o combinan: ausencia
de intervención, regulación y control; vista gorda; transferencias
injustificables de recursos comunes; presuntos negocios compartidos; hasta la liberación
de zonas y territorios exponiendo poblaciones.
Las cuatro situaciones también ponen de manifiesto, aunque
de modos diferentes, algunos límites de la institucionalidad sindical vigente
para ejercer una representación efectiva del complejo, heterogéneo y
fragmentado mundo del trabajo. Y este documento quiere constituirse también en
una invitación a debatir y hacer una
forma sindical capaz de aportar con mayor fuerza al horizonte de transformación
social.
¿Es posible que la Argentina cree relaciones de fuerzas para un
proyecto de desarrollo que impida lógicas depredatorias y de avasallamiento de
derechos?
¿Podremos inventar la tonalidad propia de un modo de
producción de la riqueza más asociativo y más comunitario que otorgue nuevos
sentidos al proceso político que vivimos, ligando nuestra experiencia con
algunos de los debates populares que tienen lugar en países hermanos de América
Latina?
III.
Durante la vigencia del neoliberalismo se consolidó un
sindicalismo de nuevo tipo: el sindicalismo empresarial. Sus dirigentes,
artífices y ejecutores de la inversión, no sólo se han enriquecido, no sólo han
adoptado los modos de vida de los empresarios, no sólo no representan a los
trabajadores, sino que además se constituyeron en correa de transmisión de las
reformas estructurales del neoliberalismo y transformaron a los sindicatos en
empresas cuya rentabilidad es inversamente proporcional al bienestar de los
trabajadores. Muchas veces, además, sus dirigentes delataron y entregaron
compañeros, pactando con la dictadura militar y los grupos económicos
concentrados. Duele profundamente la sola formulación de esta frase, sin
embargo, debemos enfrentarnos con esta verdad histórica.
Por ello es fundamental que, retomando las mejores
tradiciones de nuestro sindicalismo, los trabajadores, otros sindicatos y
organizaciones rechacemos claramente tanto las prácticas como a los dirigentes
que lideraron la consolidación de este tipo antagónico. Es fundamental también
que ninguna circunstancia coyuntural pueda ser usada para crear alianzas
tácticas que los fortalezcan cuando la única línea de acción posible es la de enfrentarlos.
En segundo lugar, denunciamos y repudiamos una práctica
extendida que estigmatiza, simplifica, distorsiona
y minusvalora los procesos de organización de trabajadores. Son relatos que
desbordan desprecio porque no toleran el correlato político y social de nuestro
protagonismo productivo. Tenemos que crear una ofensiva cultural capaz de poner
de manifiesto que muchos de los cuestionamientos que recibimos no son otra cosa
más que el prejuicio de quienes no respetan a las clases trabajadoras.
Tercero, creemos que tenemos que asumir el desafío de
ampliar y luego jerarquizar nuestras reivindicaciones de modo tal de impulsar
acciones que enfrenten las dinámicas de desigualdad y degradación laboral que
corroen la vida de millones de trabajadores y trabajadoras que viven en este
país. Es importante tener en cuenta que la negociación colectiva, si bien es
una institucionalidad fundamental para la redistribución de ingresos, resulta
insuficiente en términos cuantitativos porque quedan fuera de su encuadre más
de un tercio de la población trabajadora, y en términos cualitativos, porque no
habilita la redistribución de la riqueza acumulada. El desafío es
primordialmente de orden político y por eso involucra a la clase obrera en su
conjunto. El sentido político reside en la capacidad de trascender la instancia
corporativa/particular para reconstruir identificaciones y solidaridades
colectivas entre trabajadores – tarea que sólo puede ocurrir - en el marco de
la disputa por un proceso de transformación social.
El reconocimiento de las limitaciones de la negociación
colectiva no impide que aprovechemos su potencial en dos sentidos: para la
reversión de las cláusulas precarizadoras que fueron incorporadas en los
noventa y para el avance en la conquista de nuevos derechos en materia de
condiciones de trabajo.
Cuarto, pensamos que la producción de un sindicalismo
consustanciado con la transformación también depende de la ampliación y
profundización de la organización gremial en los lugares de trabajo y entre los
trabajadores. Tenemos que idear formas de vincular las distintas organizaciones
de base y dotarlas de mayores y nuevas funciones gremiales y sociales. En el
mismo sentido debemos discutir el doble canal de representación de los
delegados sindicales[2] y
optar por consolidar al delegado como figura que representa únicamente a los
trabajadores.
Además tenemos que construir institucionalidad
sindical/popular entre trabajadores que no alcanzan los niveles de
concentración en establecimientos y/o las ‘normalidades’ previstas en la
legislación laboral. Por ejemplo, ¿es posible pensar en figuras tales como
“delegados gremiales de centros comerciales” o “delegados de manzanas
comerciales”? ¿Cómo crear organizaciones que potencien una economía popular? ¿Cómo
habilitar la organización y participación efectiva de, por ejemplo, los
trabajadores callejeros y los trabajadores desocupados?
Finalmente, dada la riqueza cultural y organizativa del
campo popular, tenemos que profundizar las articulaciones y formas de
convergencia con otras organizaciones de derechos humanos, movimientos
territoriales y autogestivos, asambleas ciudadanas y colectivos culturales.
En definitiva, se trata también de forjar instancias que
complementen el sistema político representativo con otras formas de
participación social. Lo que significa reconocer: a) que no se pueden gestar
cambios estructurales y duraderos sólo “desde arriba”; b) tampoco
supeditar/arriesgar las conquistas sociales a las cambiantes coyunturas de
gobiernos nacionales; c) que la larga historia de asimetría de relaciones de
fuerza hace imprescindible que los gobiernos populares encuentren apoyatura,
contralor, fuerza e iniciativa política más allá del campo estatal; d) que
entre el momento electoral del sistema representativo y las condiciones
cotidianas de vida de ciudadanos/as y trabajadores hay hiatos y brechas de
distinta índole de carácter irreductible que hacen necesario idear modos de
articulación entre representación electoral, participación directa y nuevas
formas de concertación social.
Filete: Fredy Fernandéz |
IV.
Convocatoria general a trabajadores,
trabajadoras y organizaciones sindicales, sociales y culturales
Primero de Mayo de 2012
El tiempo histórico que vivimos es excepcional. Lo sabemos
quienes padecimos los neoliberalismos de América Latina. Y lo sabemos también
los que este último 24 de marzo marchamos por las ciudades de nuestro país y
fuimos contagiados por la potencia y el futuro que irradia de las centenas de
miles de caras de pibes/as, de laburantes y familias enteras, de sus consignas,
y de las banderas de las múltiples organizaciones convergiendo en la memoria y
en la fundación de un nuevo tiempo.
Quisiéramos que estas reflexiones
contribuyan a gestar condiciones para la formulación colectiva de un programa
histórico del movimiento obrero como lo fueron en su momento los de La
Falda, Huerta Grande, la proclama del 1º de Mayo de la CGT de los Argentinos y los 26 puntos de la CGTRA.
No queremos concluir sin formular
algunas iniciativas y
propuestas de acción que surgen del propio escrito y que podrán someterse a una
más amplia discusión colectiva: 1) crear una institucionalidad participativa y
de concertación, la Paritaria social, integrada por militantes
sindicales, de movimientos sociales, y representantes gubernamentales, que
establezca instancias de participación directa y que se ocupe integralmente de
la vida de los trabajadores (salud, educación, soberanía alimentaria, tierra,
vivienda); 2) recuperar competencia del gobierno
federal para la inspección del trabajo en materia de condiciones de trabajo,
creando instancias de participación de organizaciones de trabajadores; 3)
reconstruir cadenas de responsabilidad laboral y garantizar el convenio
colectivo más favorable con el objetivo de combatir la tercerización
precarizadora y el fraude laboral; 4) restituir los aportes patronales de las
grandes empresas vigentes antes de la exención realizada por Domingo Cavallo en
1993; 5) profundizar y, en especial, definir estrategias para la ampliación de
la representación en los lugares de trabajo; discutir el carácter de la
representación sindical de los delegados; y crear instancias de debate abierto
sobre otras propuestas y reivindicaciones de las centrales tendientes a la democratización
sindical; 6) crear un centro de información público y autárquico, integrado por
representantes sindicales, investigadores sociales, funcionarios públicos y
representantes del empresariado que posea información sectorial actualizada
sobre rentabilidades y situación del trabajo con el objetivo de fortalecer las
instancias de negociación colectiva y paritaria social.
FIRMANTES
Victorio Paulón (CTA); Juan Carlos Schmid (DRAGYBAL,CGT); Paula Abal Medina (UNSAM-CONICET); Claudio Marín (FOETRA, CTA); Frente Nacional Campesino; Alejandro Grimson (IDAES-UNSAM); Horacio Ghilini (SADOP, CGT); Horacio González (UBA); Beto Pianelli (AGTSyP, CTA); Carlos Barbeito (Molineros, CGT); Pedro
Wasiejko (FATE, CTA); Walter
Iampietro (Juventud Sindical, CGT); María Pía López (UBA);
Diego R. Morales (CELS); Héctor
Palomino (UBA); Argumentos (Colectivo en red); Federico
Schuster (UBA); Sergio Pisaneli y Héctor Ibarra (Comis Interna Acindar); Federico Sánchez (Juventud Sindical,
CGT); Lucas Rubinich (UBA); Félix Diaz (Comunidad La Primavera); Movimiento Campesino de Formosa; Pablo Ferreyra (militante social,
hermano de Mariano Ferreyra); Julián
Rebón (IIGG-CONICET); Sandra Zapatero
(Comis Interna Bco Credicoop); Victoria
Basualdo (FLACSO-CONICET); Carolina
Varsky (CELS); Arturo Fernández (UNSAM-CONICET); Mariana González (CIFRA-CTA); Estela Diaz (CTA); Carlos Pellegrini (Comis Interna Bco Central); Eduardo
Menajovsky (FETIA, CTA);
Frente Empleados de Comercio (CTA); Ariel
Velazquez (FOETRA); Enrique Rosito (AGTSyP, CTA); Jorge Pisani (AGTSyP, CTA);
Cora Arias (IIGG-CONICET); Matías Berger (CEIL-CONICET);
Damián
Pierbattisti (IIGG-CONICET); Alicia
Py (FOETRA);
Silvina Zimerman (CELS); Agustín Vanella (exFUBA); Juan Santarcángelo (UNGS-CONICET); Carolina Fairstein (CELS);
Nicolás Diana Menéndez (CEIL-CONICET);
Alejandro Falco (UBA); Ariel Elger (Ademys,
CONAT); Gabriel Noel (IDAES-CONICET);
Bruno Fornillo (IIGG-CONICET); Florencia Abbate (escritora); Rafael Oro (FOETRA); Alicia Azubel (FLACSO); Cecilia Anigstein (UNGS-CONICET); Marcelo "Gaucho" Yaquet (Corriente Política 17 de Agosto); Hugo Ghergo (FOETRA); Alejandro Alagia (Fiscal, UBA); Mónica Ingravidi (FOETRA); Mirta
Orellana
(Delegada Sanidad FATSA); Jorge A. Zilber (FOETRA); Lidia Brito y Cintia Menéndez (Jumbo); Marcelo Gutiérrez y Silvio Tricerri (TMT
Repositores Externos); Pablo Méndez
Shiff (periodista); Alejandra Esponda (UNAM-FLACSO); Nicolás Dallorso (IGG-CONICET); Adriana Alvarenga;
Natalí Incaminato; Rayen Castro; Yamila Cirigliano.
NUEVAS ADHESIONES
Alfredo Lattes (CENEP); Julio
Neffa (CEIL-CONICET); Ariel Wilkis (UNSAM-CONICET); Karina
Crivelli (UBA); Ana Efrón; Carolina Dursi (IDES); Cynthia
García (Periodista); Movimiento Campesino de
Liberación; Carlos Carballo (UNLP); Héctor Cordone (CEIL); Norberto Galasso (Corriente
Política E. S. Discépolo); Alejandra Paz (UBA); José Luis
Meirás (creador visual,
trabajador de prensa); Andrés Bercum; Jorge
Gaggero; Carlos Balduzzi; Javier Adrian Lewkowicz; Diego Cirilli (Psicólogo
Social); Claudia
Vinograsky; Nestor Gabriel Rivas (agrupación Docente
22 de Agosto); Pablo Miguez (UNGS, UNSAM); Sara Daneri (terapista ocupacional-docente); Carolina Diez (UNAM-CONICET); Mariano Mastrodomenico (Delegado FOETRA); Juan Carballo (ATE-CTA); Mónica Abramzón (IIGG-UBA)
Enviar adhesiones a firmasprimerodemayo@gmail.com
[2] Representación de 1) los trabajadores
ante el empleador, la autoridad administrativa del trabajo y la asociación
sindical, y de 2) la asociación sindical ante el empleador y los trabajadores.
1 comentario:
Acuerdo con el análisis expuesto,la mirada estratégica y la ubicación equilibrada fente al gobierno, teniendo en cuenta que le sobran obsecuentes, hay que volver a la humildad del Nestor de 2003,construir transversalmente, salir de lógica corporativa. Las transformaciones profundas están pendientes y hay que reconocerlo para comenzar a caminar en ese sentido.
Un abrazo
Publicar un comentario