Por Lido Iacomini
Miembro de la Coordinación
de la Comisión de
Asuntos Internacionales
de Carta Abierta
En los análisis, que comienzan a abundar, sobre los sucesos de Medio Oriente aparecen confusiones interpretativas, algunas veces interesadas como en algunos medios europeos y norteamericanos, que buscan llevar agua para su molino y otras veces expresan las insuficiencias teóricas que aún tenemos para poder penetrar en los rasgos mas importantes de la nueva situación mundial, que obviamente va mucho más allá de los países árabes.
Veamos lo del agua del molino europeo-norteamericano: la insurgencia ya se produjo y como las modificaciones de los regímenes árabes serán inexorables, lo tolerable entonces es una “democratización” lo mas liberal y engañosa posible que no sea ni antiimperialista ni antisionista. Y por supuesto que dañe lo menos posible los intereses económicos de las grandes potencias. “Hasta demócratas estilo Baradei llegamos”, podrían decir. En este caso la “confusión” es hacia los sectores populares que se han legítimamente insurreccionado, confusión con la que quieren captar, dividir y limitar los daños.
Nuestras confusiones son mucho más complejas. Opino que para orientarnos debiéramos tener en cuenta algunas cosas.
A) Estamos aún en pleno desarrollo, sin salida a la vista, de la mayor crisis económica sistémica de la que tengamos memoria. Hasta hace pocas semanas estábamos calculando cuales eran los eslabones débiles europeos que seguirían a la debacle griega.
B) En el caso de las autocracias árabes, si bien el trasfondo económico que afecta a las masas está a la vista, la crisis es eminentemente política. Una regla casi, ya que si la crisis económica global no se ha resuelto esta saltará a lo político en los eslabones más débiles de la cadena, de la misma manera que la crisis económica que esta vez se desató en el centro del sistema imperial reventó quebrando a los países más débiles de Europa.
C) En todos los casos las causas económicas subyacentes en las crisis políticas árabes, las ligan a sus concesiones al sistema capitalista mundial, incluso en el caso libio. Recordemos que así como en Europa las socialdemocracias (de distinto pelaje, incluida la mayoría de las izquierdas) debieron uncirse al carro de la llamada globalización del neoliberalismo, en los países árabes la claudicación de las dirigencias otrora tercermundistas cumplieron el mismo papel, sobre todo después de las derrotas militares que Israel provocó a los árabes.
D) Así como en nuestra patria latinoamericana, sobre todo desde comienzos del siglo XXI, estamos a duras penas reconstruyendo organización popular y pensamiento renovado y propio, los países de aquella lejana región recién comienzan ese camino.
E) La crisis del imperialismo no es solo económica sino también política y en consecuencia militar. Las insurgencias en los países periféricos y los cambios de paradigma como los producidos en Latinoamérica son impensables sin esa convicción de los pueblos, que pueden alcanzar altísimas dosis de heroísmo pero nunca son suicidas. No es cierto como se suele oír que Obama y Bush son lo mismo o dos caras de la misma moneda. Esto es un reduccionismo que no permite observar el desarrollo y el derrotero que viene trazando el imperio norteamericano en su crisis mas seria. No hablo de la crisis del capitalismo, a la que no le veo nada de terminal, sino a la crisis de EEUU como potencia hegemónica, capaz de ordenar el sistema mundial. La política troglodita y fascista de Bush fracasó y Obama surgió a consecuencia de ese fracaso y de allí la trabazón y el tironeo, la indecisión y el contrapaso permanente. El Pentágono puja respondiendo a sus reflejos ultrabelicistas y la realidad política le indica a un débil Obama que no puede seguir las guerras de Irak y Afganistán y a la vez abrir otro frente árabe. ¿Y si se agrava la situación bélica en Pakistán? ¿Puede acaso ser Obama el presidente de una contraofensiva militar?
Creo que los pueblos árabes en su conjunto ya no toleran las autocracias, los regímenes dictatoriales y buscan el protagonismo popular, que consideran indispensable para organizarse y darse su voluntario gobierno. Están emancipados de la carga de conciencia de tener que embestir regímenes que alguna vez fueron nacionales, aunque no populares como diría Norberto Galasso, porque a la vez que están acicateados por la malaria económica han adquirido los conocimientos y la cultura necesarias para exigir de la modernidad todo lo que le pueda servir, y quizás también lo que no les sirva, porque eso lo tendrán que aprender por propia experiencia. Una prueba de esto ha sido el uso que los medios modernos -como Internet, celulares, twitters, y cuanta sofisticación tecnológica exista- le han dado los jóvenes de clases medias, los “intelectuales” de toda revolución.
Por eso creo que hay que apoyar sin cortapisas todos estos proceso de levantamientos, sin temer al inevitable oportunismo que ejercerán europeos y norteamericanos. Es aún una incógnita saber cuales serán las consecuencias concretas y particulares de estas revoluciones sobre la situación mundial y especialmente sobre el desarrollo de la crisis económica que afecta a la llamada globalidad. Lo que no cabe duda es que serán importantes. Pero lo decisivo es que si es el accionar de los pueblos alzados el que contribuye a torcer la correlación de fuerzas mundial, y aún cuando sabemos que el capitalismo sobrevivirá, otro será el optimismo con que enfrentaremos el futuro de la humanidad.
Buenos Aires – 22 de Febrero de 2011
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